Ayer de madrugada, después de un largo día con examen incluido, me devolvían a mi piso en coche después de hacer un pequeño descanso de jueves típico estudiantil, pasamos por la puerta de la biblioteca de la universidad y RP me expresaba su enorme envidia y deseo de estar junto a todos los estudiantes que hablaban entre sí en la puerta de la misma. Yo le expliqué que si estuviera ahí junto a todos esos jóvenes se aburriría por que eso es una vivencia tras un proceso y esas reuniones están cargadas de nervios, risas, llantos e ilusiones fruto de ese proceso que no se pueden vivir en un momento aislado; hay que ser estudiante para verdaderamente poder vivir y apreciar esa sensación en el cuerpo.
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Estos días estoy cargado de cifras y letras en la mente y no me ha venido la chispa para poner ningún artículo educativo o pornográfico que tanto os gustan; sé que este blog está pidiendo a gritos que dé rienda suelta a mi expresión cerda, o sea, a mi yo cerdo expresado en palabras, pero aun no voy a poner tanta carne en el asador, mejor os contaré lo más destacable de estos putos 5 días laborables.
Resulta que mi abuelito debe ponerse un marcapasos por recomendación del médico y está ingresado a la espera de que se lo pongan, mientras tanto le hacen las pruebas pertinentes; pues bien, le han mandado a esta ciudad para la operación a un hospital al lado de mi piso, por lo que me dirigí en el primer momento todo presto a verle a él y a mi abuela, llegué, estuve un rato y luego mi tía de aquí la recogió para llevársela hasta el día siguiente y, en seguida de que nos quedamos solos mi abuelo y yo, me hizo la pregunta del millón:
–Hijo ¿tienes tabaco? –mi último cigarro, se lo di y me contesta:
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